Todo lo que ha hecho Jannik Sinner hasta ahora no ha sido suficiente: no tiene intención de rendirse.
Es una suerte, en cierto modo, que la noticia del resultado positivo por dopaje de Jannik Sinner circulara en vísperas del Us Open. Durante los primeros días todo fueron rumores, pero cuando el Slam entró en su apogeo, las discusiones relacionadas con el tenis, afortunadamente, habían prevalecido. No es que la tormenta haya pasado del todo. Hay quienes, incluso hoy, parecen no poder pensar en otra cosa que no sea esto. Como si lucharan por contener la rabia derivada de aquel comunicado de prensa que hizo que todo el mundo se cayera de las nubes.
Los bien informados ya habrán adivinado que nos referimos a Nick Kyrgios, que ha emprendido una cruzada contra el número 1 del mundo desde el principio. Dice que no tiene nada personal contra él, pero no parece dispuesto a darle un respiro. Habla de la sentencia y de la no descalificación, que ha invocado repetidamente, siempre que ha podido, demostrando lo mucho que le ha «tocado» el asunto.
Al principio fue duro, muy duro. Le atacó en varios frentes, sin sacar nada en claro. Lo único que sacó fue diplomacia por parte de Pecador, que comentó que cada uno es libre de decir lo que quiera. Lo cual no fue suficiente, como imaginábamos, para aplacar el mal genio del chico malo australiano
Sinner, es realmente imparable: otro ataque
Kyrgios vuelve a las andadas, quizás incluso irritado por la calma seráfica de la víctima de sus ataques frontales. Tras conocer las declaraciones de Jannik, incluso llamó a sus colegas a las armas, si se puede llamar así.
«Como deportistas, utilizamos nuestras plataformas (redes sociales, ed.) para asegurarnos de que las cosas son justas y regulares – escribió al pie del vídeo de la entrevista publicado por Eurosport – Eso es todo lo que hice. Algunos jugadores están enfadados. Sabemos que Sinner es increíble, un gran tenista y una de las principales caras de este deporte. Pero si esperan que nos quedemos callados, no lo haremos».
Hará falta más que eso, en resumen, para detener al oriundo de Canberra, a quien hay que reconocer, al menos eso, el mérito de haber cambiado algo su tono. Si hasta ahora había sido despiadado, en este último comentario canta las alabanzas de Sinner. Pero no nos engañemos. Algo nos dice que aún le quedan muchos cartuchos por disparar.