Sinner, estaba escrito en el destino, eso seguro: queda claro en este vídeo.
Los campeones, ¿nacen o se hacen? Buena pregunta, esa. Muy rebuscada, ciertamente, al menos tan antigua como la del huevo y la gallina. Cuál de los dos nació primero es una incógnita, del mismo modo que es imposible establecer si es cierto, como dicen, que algunas personas tienen lo que hay que tener para convertirse en estrellas y otras no.
Lo que es seguro es que Jannik Sinner tiene un talento formidable. Probablemente estaba en su ADN, pero sólo gracias a su increíble dedicación y abnegación fue capaz de cultivarlo y convertirlo en una fortaleza, hasta convertirse en el coloso que es hoy y que no tiene igual sobre la faz de la tierra. Probablemente el destino le tenía reservado un futuro en el mundo del tenis, pero sin su espíritu de sacrificio, sin su fuerza de voluntad, nada de esto habría sido posible.
Lo que quizás responda, al menos en parte, a nuestra pregunta anterior. Y la respuesta, en nuestra opinión, es que los campeones nacen y se convierten en campeones. Siempre, eso sí, que se cultive de la manera adecuada el talento que la Madre Naturaleza nos ha otorgado. Que lo reguemos, día a día, hasta recoger sus frutos.
Pecador predestinado: el vídeo lo demuestra
Eso es exactamente lo que Sinner, a su pequeña manera, lleva haciendo desde que cogió por primera vez una raqueta de tenis. Desde aquel momento en que decidió que iba a ser alguien y que lo iba a hacer a través del tenis
Que siempre ha tenido mentalidad de campeón queda patente no tanto por su palmarés, que en cualquier caso es inequívoco, sino por un vídeo que rebota cíclicamente de un canal a otro en las distintas plataformas sociales. Un clip que enternece y hace sonreír, pero que al mismo tiempo asombra, aunque solo sea porque plasma a la perfección su forma de ser.
El clip en cuestión se remonta a 2013, cuando Jannik, venciendo en dos sets a Gabriele Felline en el Nike Junior Tour Event, ganó la final Sub 13. El partido se disputó en las pistas del Club Med de Kamarina, en la provincia de Ragusa, y fue el propio ganador, tras estrechar la mano de su rival y antes de salir corriendo a celebrarlo, quien limpió la pista de tierra batida roja y la alisó tras el partido. Un gesto inequívoco ante el que no podemos sino admitir que sí, es cierto, es muy cierto, que Sinner estaba destinado a ser el número 1 del mundo.