Sinner, la profecía se ha hecho realidad: siempre ha sido así.
Desde que ascendió al trono, todo el mundo se muere por conocer hasta el último detalle de su vida privada, de su pasado y de su forma de ser. Del mismo modo, es normal que, de vez en cuando, alguien aparezca en la televisión o en las revistas para contar anécdotas sobre el «viejo» Jannik Sinner. Aquel chico que aún no era campeón pero que ya prometía mucho.
En Sesto Pusteria, donde nació y creció, todo el mundo le conoce. Y varias veces en el transcurso del tiempo, sucedió que su antiguo profesor de esquí o conocidos de la familia intervinieron para revelar a los aficionados algunos detalles más sobre su campeón. En las últimas horas, sin embargo, ha sido uno de sus compañeros de instituto el que se ha adelantado y ha puesto en nuestro conocimiento algunas anécdotas que nos permiten comprender aún mejor cómo es realmente el número 1 del mundo.
Sinner se fue de casa muy pronto, pero antes de trasladarse a Bordighera asistió a la escuela de negocios «Walther» de Bolzano. Allí conoció a Adisa Yahya, que en las últimas horas, como invitado en el programa Un giorno da pecora de Rai Radio1, reveló algo inesperado sobre el campeón que está haciendo soñar al mundo entero a base de trofeo tras trofeo.
Sinner no ha cambiado un ápice: lo dice ella
Primero, una anécdota casi escalofriante: «Una vez, cuando Jannik y yo éramos compañeros de clase, se le cayó una pelota de tenis de la mochila. La recogí y le dije: por favor, fírmamela, para que cuando seas famoso pueda subastarla. Él no dijo nada, sólo se rió y la firmó: «
Esa pelota Adisa no la vendió: se la quedará para su hijo, con la esperanza de que le traiga suerte por si algún día quiere intentar jugar al tenis. Después, la antigua compañera de clase de Jannik reveló más detalles sobre la forma de ser de Sinner: «Era un chico muy tranquilo -observó-, capaz y reservado. No hablaba mucho y sólo se concentraba en su trabajo».
Era tímido -añadió-. De hecho, siempre era yo quien intentaba hablar con él. Siempre estaba concentrado y era ambicioso, cuando venía a la escuela siempre tenía mucho que hacer y ponerse al día», concluye a Un Giorno da Pecora, “no perdía mucho tiempo con nosotros charlando”. Y le creemos bien, ocupado como estaba, seguramente, sentando las bases de su hermosa carrera.