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Sinner, un arrepentimiento: ‘La he perdido para siempre’

by Lea

Sinner se sinceró un poco más tras ganar su primer Slam: con estas palabras dio en el clavo.

No le gusta sólo porque sea objetivamente bueno en el tenis. O porque es capaz de golpear los ángulos correctos con una precisión milimétrica. Quirúrgico, nos atrevemos a decir. Jannik Sinner vuelve loco a todo el mundo porque, antes de ser un campeón, es un tipo limpio. Sencillo, fácil de llevar, con principios.

La ética del trabajo, hasta las paredes lo saben a estas alturas, forma parte de la herencia que mamá Siglinde y papá Hanspeter le transmitieron cuando, aún muy joven, dejó Alta Pusteria para mudarse a Bordighera. Aún era un adolescente tímido y torpe, pero sabía que quería triunfar en el mundo del tenis y, por eso, renunció a todo para perseguir su sueño. Renunció a la despreocupación, a los momentos que aún podía compartir con su familia en aquellas montañas que le vieron nacer. Y es hermoso que hoy pueda recoger los frutos de todos esos sacrificios nunca hechos a la ligera en todo el mundo.

Como es bonito, hermoso, que siempre tenga un pensamiento para sus padres. Lo tuvo incluso en el momento más hermoso de su carrera, cuando levantó al cielo su primera copa del Slam. Se la dedicó a ellos, a su mamá y a su papá, dos, según sus palabras, padres ejemplares que le harían el mejor regalo de todos: dejarlo libre, es decir, volar y convertirse en quien él quisiera ser.

Pecador, pícaro nostálgico: lo admitió

Decir que fue fácil, sin embargo, sería mentir. Sería falsear la realidad y no hacer justicia a los sacrificios que Jannik ha hecho para formar parte del Olimpo de los más grandes


Qué complicado era en realidad el nuevo rey de Melbourne, reveló, tras su victoria, al Corriere della Sera. Cuando le preguntaron por qué consideraba tan importante mencionarlos durante la ceremonia de entrega de premios, dio una respuesta que dice mucho de la madurez que atesora, independientemente de su edad.

«Me fui de casa a los 13 años, obligado a crecer deprisa: aprendí solo a lavar la ropa, a cocinar, a hacer la compra. Para un padre desprenderse de un hijo tan pronto no es fácil. Nos perdimos muchas cosas que estoy intentando poner al día con mi padre, que a veces me acompaña a los torneos. Pero la adolescencia se pierde». Un lamento, sólo uno, en medio de un mar de satisfacción y felicidad.

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