Sinner, toda la verdad sobre el ‘no’ más sonado de la historia del tenis italiano: hay algo más que la cuenta bancaria.
Se nace campeón, reza un viejo adagio, que creemos cierto sólo en parte. O se tiene lo que hay que tener o no se tiene, eso está claro, pero el riesgo de un talento desaprovechado es peligrosamente alto. Sobre todo si no va acompañado de fuerza de voluntad y ganas de subir cada vez más el listón.
Jannik Sinner, que se dio cuenta en plena adolescencia de que se le daba especialmente bien el tenis, sabe algo de esto. En cuanto se dio cuenta, hizo las maletas y se despidió de su madre, de su padre, de su hermano Mark, de sus mejores amigos y de sus montañas para marcharse a Bordighera. Fue allí, en la pista de su antiguo entrenador, Riccardo Piatti, donde le dieron las herramientas para convertirse en un campeón. Fue un proceso largo y arduo que conllevó una serie de sacrificios que nadie haría jamás. Y menos a los 13 años, la edad que tenía el surtirolés cuando salió de casa y llenó su carro de sueños y esperanzas.
Creer no era suficiente, había que crecer. Y ha crecido tanto, el número 1 de Italia, que ya se puede hablar de él como de un campeón. Pero que no se diga que fue fácil, que estaba destinado a esto y que habría sucedido en cualquier caso, tarde o temprano. Porque sólo los que han pasado por el mismo camino que él pueden saber lo que implica una elección así y lo dura que puede llegar a ser. «Me da emociones positivas y negativas», dijo Sinner, refiriéndose al tenis, en una entrevista concedida al Corriere dello Sport en los últimos días, «alegrías y dolores». Me lo da todo».
Sinner, a quien le importa la facturación: la verdad de Jannik
Aunque ha inmolado su vida al tenis, hay quien sigue pensando que no lo hace sólo por pasión. Que juega única y exclusivamente para ver aumentar su cuenta bancaria y contarse entre los adivinos del deporte. Pues bien, eso no le gusta nada al nativo de Innichen.