Sinner, la anécdota inesperada lo dice todo: él es así.
¿Es posible que, además de ser un jugador de inmenso talento, sea también un tipo casi perfecto en todos los aspectos? La respuesta es sí. Y al fin y al cabo, eso es lo que hace de él un campeón con mayúsculas, un personaje indiscutiblemente único. Así como un punto de referencia indisoluble para todos aquellos que hoy se inspiran en él.
Quienquiera que haya conocido a Jannik Sinner, en el terreno de juego o en cualquier otra circunstancia, no tiene más que buenas palabras que decir sobre él. Les gusta que se haya mantenido puro, humilde y auténtico y que el éxito no se le haya subido a la cabeza, a pesar de los innumerables logros que ha conseguido a lo largo de su, todavía corta y apenas despegada, carrera. Y le gusta ser tan afable incluso entre bastidores, un aspecto que muchos de sus colegas se han apresurado a señalar cuando hablan del número 1 del mundo.
El italiano, en definitiva, no deja de sorprendernos. Cada día hay un buen motivo para hablar de él, una anécdota que merece la pena contar porque es representativa de su forma de ser y de afrontar la vida. Y una de las últimas anécdotas viene de la mano de un íntimo amigo de Sinner, un tenista al que le ha ido muy bien este año y que ha escalado puestos en el ranking a la velocidad del rayo, de una forma totalmente inesperada
Sinner nunca se echa atrás: un campeón multitarea
El deportista en cuestión es el nuevo número 15 del mundo, Jack Draper, que ha ganado dos títulos durante 2024: uno en Stuttgart, el otro en Viena, además de alcanzar las semifinales del Us Open, ‘consagrando’ así su estatus de jugador top en alza.
Ya sabíamos de antemano que Jannik y él están muy unidos, pero la confirmación llegó cuando el británico confesó, justo en las últimas horas, que había recibido la ayuda de Sinner en un momento muy ‘delicado’. El azul, sin embargo, no le rescató en la cancha, como podría pensarse, sino en la cocina.
‘Yo no sabía cocinar nada’, reveló Draper a Ubitennis. ‘Él es italiano, así que pensé que sabía hacer pasta. Debería haberle preguntado a mi madre, pero no lo hice. Ella me cocinó una buena pasta y me enseñó a hacerla’. En resumen, se le puede decir cualquier cosa, pero no que está amargado. Y menos cuando se trata de dar consejos ‘sabrosos’.