Sinner, ¿de qué estás hablando? Berrettini se dio cuenta enseguida: pánico en la rueda de prensa.
Podría haberse tomado más descansos, si hubiera querido. Al fin y al cabo, lo ganaba prácticamente todo y nada, y nadie le prohibía recuperar el aliento entre torneo y torneo. Jannik Sinner, en cambio, prefirió seguir hasta el final, sin permitirse nunca más vacaciones de las necesarias.
Un adicto al trabajo como pocos, el número 1 del mundo, que es justamente apreciado por su increíble dedicación al trabajo. También se le aprecia por su admirable apego a su familia, para la que a menudo ha pronunciado bellas y hermosas palabras en el pasado. Afirma que les debe todo. Porque fueron ellos, al fin y al cabo, quienes le enseñaron los valores sobre los que construyó toda su carrera: el espíritu de sacrificio, la fuerza de voluntad, el respeto a los demás, etcétera, etcétera.
Se podrían escribir ríos de palabras sobre los valores de los que Sinner es un sano portador, pero, en general, todo el mundo ha llegado a conocerle y quererle por lo que es. Un chico como muchos otros, pero con un talento poco común y la capacidad, casi única, de seguir siendo humilde a pesar de la fama, a pesar del dinero y a pesar de los miles de éxitos que ya ha cosechado.
Qué ‘sacrificio’ la Navidad del pecador
Sinner es muchas cosas buenas. Los que le siguen desde hace tiempo también saben que Jannik suele meter la pata más de la cuenta. Pensemos, por ejemplo, en las risas que se echó mientras esperaba a ser festejado por el presidente Mattarella, pero también en lo que ‘hizo’ hace unas horas tras ganar la Copa Davis.
No suele prestar demasiada atención a lo que dice y hace, y prueba de ello es que, en rueda de prensa, respondió de una forma bastante curiosa cuando le preguntaron cómo iba a pasar las Navidades. «Definitivamente me voy a casa», dijo el tenista de Sesto Pusteria, “porque es el único día en el que soy feliz estando cerca de la gente a la que quiero. ”
Matteo Berrettini, ni que decir tiene, se puso inmediatamente ‘negro’: «¡¿Los demás días no?!?», objetó el romano, pinchando a su amigo y señalando la extrañeza de lo que acababa de decir Sinner. Por supuesto, el sudtirolés no quería decir que no le guste pasar tiempo con sus seres queridos, sino sólo que le importa más la Navidad que la Pascua o su cumpleaños. Se salió con la suya, en definitiva. In extremis.